Atenea hundió su lanza en la roca y brotó el primer olivo, de madera densa como el hierro , de hoja tan aguda que atraviesa el tiempo, de ramas retorcidas por el gozo bajo el sol mediterráneo, pobladas de racimos de fruto verde, de fruto negro, que dotarán al rico y al pobre del fluido bendito.
Muerto el árbol nace el mito. Tras el cielo sonrojado se alzaba una silueta estoica, veterana de guerras y victorias, de conquistas e invasiones, abanicada por el viento de mil años de imperios y naciones, de romances y traiciones.